Cuando pensamos en la nieve, nos viene a la cabeza una estampa de montañas llenas de nieve. Una nieve brillante, pura y de color blanco. Tomamos esa imagen como la realidad de la nieve, como si siempre fuera, por lo menos, blanca. Pero esto no siempre es así, esta también puede darse de color rosado de forma natural y empañar con un rosado apagado un manto de nieve que cubre un lugar, creando paisajes que despiertan sensaciones algo extrañas.
Este fenómeno se produce gracias al alga Chlamydomonas nivalis, también conocida como alga de las nieves. Es un alga que además del color verde de la clorofila, contiene unos pigmentos de color púrpura o rosado. Este color le permite absorber mejor el calor y los rayos ultravioletas del sol, aumentando así sus funciones reproductoras. El alga asciende a la capa superficial de la nieve y se desarrolla, recoge el calor del sol y esto hace que la nieve se derrita antes. Debido a esto, se producen curiosas marcas donde se concentra mayor cantidad de la Chlamydomonas nivalis, creando diferentes tonalidades.